Carla Iuspa – El Mostrador
“Seguimos entre eminencias jurídicas: hablamos casi sin excepción de abogados, autores y jueces, legisladores, funcionarios públicos, académicos, expositores, fiscales y defensores, asesores y ministros de corte. Y muchas veces, incluso en contextos donde no cabe duda de nuestro compromiso con la igualdad de género, usamos ‘él/ellos’ para referirnos a colectivos integrados (también, y hasta mayoritariamente) por mujeres. Es difícil resistirse a la sensación de que hacerlo de otro modo resta seriedad a nuestro trabajo”.
“(…) Cuando Gabriel García Márquez lanzó una botella al mar para el dios de las palabras frente al I Congreso Internacional de la Lengua Española, no estaba promoviendo el incumplimiento o no seguimiento generalizado de las reglas del castellano, sea como sean entendidas. Muy por el contrario, estaba haciendo una invitación a transformar ese lenguaje, en virtud de ciertos propósitos que le parecían relevantes, para hacer –en sus palabras– que nuestra lengua se adaptara a los tiempos y entrara en el siglo veintiuno como ‘Pedro por su casa’”.
“García Márquez estaba consciente, por supuesto, de que ese dios al que se refería no era uno ni sobrenatural: el dios de las palabras somos, nada más ni nada menos, nosotras, todas las personas que usamos a diario las reglas del castellano. Las demandas por la transformación del lenguaje en términos de género son, en algún sentido, nuevas botellas arrojadas al mar. Esta vez, eso sí, con la esperanza de que le lleguen a la diosa de las palabras”.